domingo, 26 de junio de 2011

La soledad de Bikela


(EN)

"Al menos 170 mujeres fueron violadas a mediados de junio durante un ataque armado en dos aldeas de la provincia de Kivu Sur, en el este de la República Democrática del Congo (RDC), según informó este viernes la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)."

¿Qué hace que unos hombres sean capaces de cometer semejantes actos de violencia contra esas pobres mujeres?
¿El poder que dan las armas que empuñan?
¿El odio?
¿La impunidad?
¿El reconocimiento de sus mandos militares al controlar zonas de riquezas naturales, o el miedo a desobedecer una orden de sus superiores?
¿Haber convivido con la violencia desde siempre?
¿Entender la rapiña y la violación como único medio de vida?
¿O es el camino sin retorno del que usa la violencia para subsistir en una sociedad igualmente violenta?

Sin entrar a debatir sobre la inmoralidad o la amoralidad de la siguiente afirmación, y teniendo en cuenta la época en que se hizo, la respuesta a todas estas preguntas la resumía un soldado de la Force Publique del Estado del Congo al que el Sr. Casement, autor del informe que lleva su nombre, le preguntaba por qué llevaba tantos años en el ejército. Su respuesta fue que debido a los problemas del impuesto del caucho ya no podía vivir en su aldea natal, y riendo, confesó que prefería estar con los cazadores antes que con los cazados. Esta declaración se recoge en el informe de Roger Casement fechado en 1903 que presento al Marqués de Lansdowne, en esa fecha Secretario de Estado de Asuntos Exteriores del gobierno Británico.

El lenguaje de los medios de comunicación, a pesar de la mezcla de horror, rabia y tristeza que nos produce este tipo de noticias, nos aísla del verdadero sufrimiento del pueblo congoleño.

No es una historia terrible más de las tantas que nos llegan de este país en particular y del continente Africano en general. Es la historia de una vida, o de una muerte. Y de la de millones de mujeres, hombres, niños y niñas que han sido y son víctimas de la violencia.

Y mi pregunta es: ¿podemos ser testigos de semejantes crímenes y no hacer nada por evitarlos?

Seguramente, una respuesta meditada a esta cuestión nos llevará a hacernos aún más preguntas, a explorar alternativas hasta una explosión combinatoria, a construir un mundo de limitaciones ilusorias. Pero a veces las respuestas no están en la razón, y se trata única y exclusivamente de una elección. Igual que el soldado prefería estar entre los cazadores que entre los cazados, yo prefiero estar entre los que actúan que entre los que se lamentan. Y tampoco voy a cuestionar la moralidad de los que actúan de forma diferente a la mía.

No es una historia más, es la historia de una vida, como la de Bikela, cuyo testimonio se recoge en la declaración ante el Sr. Casement en Ikoko, en el Estado Libre del Congo, el 12 de Agosto de 1903. He aquí un resumen de sus declaraciones:

"Mi madre, mi abuela, mi hermana Nzaibiaka y yo huimos a la selva. Los soldados nos siguieron y corrieron al lugar donde nos escondíamos. Cogieron a mi abuela, a mi madre, a Nzaibiaka y a otra niña más pequeña que nosotras. Los soldados discutieron por mi madre, ya que todos la querían como esposa, y al final decidieron que era mejor matarla. Le dispararon en el estómago, y ella cayó al suelo. Estaba embarazada y le quedaba poco para dar a luz. También mataron a mi abuela, y a mi hermana se la llevaron. Yo lo vi todo, lloré mucho, porque habían matado a mi madre y a mi abuela y yo me había quedado sola."


Quizá, mi contribución sea minúscula en más de un siglo de violencia, pero si logro que alguien más se una a mi en esta causa, mi esfuerzo y el de otros muchos no habrá sido en balde, y la soledad de Bikela tendrá consuelo.


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domingo, 19 de junio de 2011

La cuota del caucho

(EN)

Las mujeres violadas en la República Democrática del Congo se enfrentan a diversos problemas para obtener acceso a la justicia. La mujer de 43 años violada en Kamina, en la provincia de Katanga, dice: "Aprecio la ropa que llevaba cuando fui violada y la utilicé para probar la violación ante la corte". Me han pedido que pague Fc 7000, 3000 Fc. por escribir y otras 50 hojas de papel para imprimir. También tuve que soportar los costos de todos los gastos médicos y todavía me veo obligada a vivir en Kamina. Los violadores están libres, y me pidieron que pagase 20 dólares por la demanda y que revocase la decisión de apelar. Perdí la esperanza.
© Gwenn Dubourthoumieu/IRIN

Llora y sufre en silencio. Nadie debe saberlo.
Le duele, pero no puede quejarse.
Es injusto, pero es inútil denunciar.
Grita y no sirve de nada. Nadie le escucha.
¿Por qué? Se pregunta.
Siente rabia.
Se siente culpable.
Es inútil, se siente impotente.
Tiene miedo.
Siente vergüenza.
¿Qué puede hacer? Nadie le ayuda.
Siente que muere.
¿Por qué nos hacen esto?

LA HERENCIA: Tras la conferencia de Berlín de 1884, las potencias Europeas se repartieron el continente Africano. El Estado Libre del Congo se convirtió en propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica, que otorgaba concesiones comerciales para la explotación del caucho y el marfil a compañías como la Anglo-Belgian India Rubber and Exploration Company (A.B.I.R.) o la Societé Anversoise du Commerce au Congo de las que el propio Leopoldo era accionista. El binomio formado por el Estado y por las compañías concesionarias de las explotaciones de caucho convirtió el Estado Libre del Congo en algo muy parecido a un inmenso campo de concentración dedicado a la explotación exhaustiva de los recursos naturales.

Cada aldea nativa debía de satisfacer semanal o quincenalmente una provisión de caucho y alimentos que entregaban a las diferentes estaciones de las compañías concesionarias del estado a cambio de unas compensaciones ridículas en comparación con los beneficios que dichas compañías obtenían de la explotación del caucho. A su vez, los nativos debían trabajar para el Estado en la construcción de vías de comunicación o el mantenimiento del tendido telegráfico. Mano de obra esclava que obligó a muchos indígenas a dejar sus aldeas y refugiarse en aldeas vecinas en el Congo Francés.

Sometidos a condiciones de trabajos forzados, obligados a abandonar la actividad agrícola de la que vivían antes de la colonización, viviendo en condiciones miserables que favorecían la aparición de enfermedades, el relato de los horrores sufridos basta para entender que durante el dominio belga murieran millones de habitantes indígenas. Pero no sólo fueron víctimas de los trabajos en condiciones de esclavitud o de las enfermedades. Cuando un hombre o una aldea no conseguía recolectar la cuota de caucho o alimentos que se le imponía, sufrían todo tipo de castigos físicos por los soldados de las compañías concesionarias, o eran encerrados en prisiones lejos de sus hogares hasta que su aldea satisfacía una multa totalmente arbitraria para su liberación. El asesinato impune de los infractores también era práctica habitual, y para demostrar ante los administradores de las concesiones que la bala se había utilizado para matar a un hombre, debían entregarle la mano, el pie o los genitales mutilados de la víctima. Como muchas veces se utilizaban las balas para cazar, los soldados mutilaban a hombres y niños vivos como castigo por no haber recolectado la cuota de caucho. Otra manera de asegurar la recolección era tomar como rehenes a las mujeres del poblado, que no serían liberadas hasta que los hombres de la aldea consiguieran recoger la cuota asignada. En prisiones inmundas morían de inanición ellas y sus hijos, que no recibían alimentos de sus captores. El relato de los horrores tras más de un cuarto de siglo de colonización Belga no puede dejar impasible a la sociedad actual por más que trataron de ocultarlos a la opinión pública.

Las milicias que controlan los recursos naturales de la actual RD del Congo, la corrupción del Estado, la impunidad de los crímenes, las violaciones masivas, los reclutamientos forzados de niños soldado, el rapto de niñas como esclavas sexuales, el desarraigo, la corrupción de la Justicia, los intereses comerciales son, 137 años después, la herencia del colonialismo. Un colonialismo codicioso que impuso un sistema opresor basado en una soldadesca salvaje, bajo el control de las compañías comerciales, que controlaba un territorio inmenso en ausencia o en connivencia con una administración del Estado corrupta.


Yo también siento vergüenza, igual que la mujer congoleña.
Me avergüenzo de la maldición que el hombre blanco supuso para el continente africano.
Me avergüenzo de su codicia infinita.
Me avergüenzo de la falta de memoria histórica del pueblo Europeo.

Y lloro con la mujer congoleña que ha visto morir a sus hijos e hijas. Que ha sido violada salvajemente. Que sufre en silencio para no ser repudiada. Que sigue cuidando de los suyos. Que no podrá engendrar más hijos. Que vive en soledad, la soledad de la vergüenza y de la injusticia.
Y grito por ella, y por los niños y niñas mutilados. Por los asesinados, por los esclavizados, por los que han quedado huérfanos.

Y también siento rabia. Por millones de asesinatos y violaciones impunes.
Y me siento culpable. Por tantos años de mirar hacia otro lado, por tantos años de no escuchar sus gritos desesperados.

No me siento impotente, más bien esperanzado. Sin miedo y comprometido con la causa de la mujer congoleña, fuerte y resilente, como la mayoría de las mujeres africanas.

Una joven violada en Bamenda, en la provincia de Katanga, dice: "antes de haber sido violada, estaba prometida, pero el matrimonio fue anulado, por supuesto, ahora mi padre tiene que devolver la dote. lLa familia del violador se ha comprometido a pagar... , pero desde entonces, no hicieron nada. Como me quedé embarazada, lo más urgente era liberar al violador para que pudiera apoyarme durante el embarazo. Era inconcebible que fuese a la cárcel. Es mejor que él quede libre para satisfacer mis necesidades y las del bebé. Pero también es importante para él que se case conmigo ahora porque nadie me querrá nunca más.
© Gwenn Dubourthoumieu / IRIN


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lunes, 6 de junio de 2011

La esperanza de volver a casa

(EN)

El movimiento del 15-M que nació en España bajo el lema de “DEMOCRACIA REAL YA. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” cuenta ya con más de 400.000 seguidores en las redes sociales. Derivado de este movimiento, muchos ciudadanos indignados tomaron las plazas de sus ciudades y decidieron acampar en ellas.

Después de varias semanas, los propios acampados se plantean el desalojo de los campamentos, buscando formas alternativas más eficientes de dar continuidad y credibilidad al movimiento que nació el 15-M. Las presiones de políticos y comerciantes van en aumento, alegando problemas de insalubridad de los campamentos, así como pérdidas económicas de los comercios alrededor de las plazas en las que están acampados los indignados.

Desde esa fecha, el 15 de Mayo, los medios de comunicación hacen un seguimiento exhaustivo de todo lo que tiene que ver con este movimiento, su presente y su futuro.

Un asentamiento para IDP's en el norte de Galkayo, Somalia
© Kate Holt / IRIN
Según el Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC) el número de personas desplazadas dentro de su propio país es de unos 26 millones de IDPs, de los cuales ACNUR asiste a unos 15 millones. A esta cifra habría que sumar 10 millones de refugiados, 6 millones de apátridas, 1 millón de solicitantes de asilo y 400 mil personas más que requieren de la asistencia de ACNUR.

Casi 44 millones de personas viven en campos de refugiados en todo el mundo. Personas que huyen de la violencia y viven en tiendas de campaña lejos de sus hogares, en unas condiciones que ACNUR y muchas ONGs intentan hacer lo más dignas posibles. Campos de refugiados que han visto nacer y crecer a varias generaciones, siempre con la esperanza de poder volver a casa.

44 millones de seres humanos han “tomado las apartadas plazas de un mudo global”, no por reivindicación, sino por huir de una muerte segura. Ellos más que nadie son mercancía en manos de políticos y grandes corporaciones. Sin embargo, la insalubridad de sus campamentos y el desalojo de los mismos no parece ser una prioridad de nuestros gobernantes, ni llama la atención de los medios de información. Y es que las plazas que ocupan los refugiados no tienen residentes ni comerciantes a los que molestar, y si intentan ocupar alguna de las nuestras en Europa, se les cierran las fronteras, o se les detiene hasta que pueden ser devueltos a los países de los que huyen.

Así que el mensaje de Europa es: “Estimados refugiados, quedaros en vuestros campamentos en medio de la nada, no crucéis nuestras fronteras, que aquí ya tenemos a muchos indignados que desalojar de nuestras plazas”.

Sólo la esperanza puede cambiar el mundo. La esperanza de los indignados, la esperanza de los desplazados, la esperanza de los que creemos que un mundo mejor es posible.


IDP's: Internally Displaced People..