viernes, 31 de agosto de 2012

Reductio ad absurdum

(EN)


Una niña siria llora por no poder cruzar la frontera turca. / ARIS MESSINIS (AFP)

El mundo actual es incomprensible.
Cualquier información está disponible casi de forma instantánea.
Una explosión informativa cuya onda expansiva aturde nuestros sentidos. Una luz cegadora que nos impide ver lo fundamental, y un pitido ensordecedor que anula nuestros pensamientos.
Medios de comunicación masivos que infunden temor, polarizan a la sociedad, y nos invitan a consumir de manera desenfrenada.
Cualquier intento de resistencia, pensamiento crítico o desobediencia civil es obviado o aniquilado bajo la atenta mirada de la ciega justicia.
Píldoras somníferas de información para adormecer a la sociedad.
Curiosidades informativas para desviar la atención.
Sesudos informes para manipular la opinión pública.
Románticos paisajes irreales en el mundo de la publicidad que incitan a consumir en pos de la felicidad individual.
Amenazas surrealistas de enemigos ficticios cuyo único propósito es satisfacer las ansias bélicas de la industria armamentística y la codicia corporativa.

En medio de esa luz cegadora, aturdido aún por explosión, consigo ver a alguien que sufre y necesita ayuda; un llanto apenas audible en medio de la confusión informativa.

¿Qué más hay que entender?


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