domingo, 29 de mayo de 2011

El viento y la luz

Una niña hace su tarea en Kandahar, Afganistán
© Sayed Sarwar Amani / IRIN


(EN)

Igual que el viento rodea una montaña, y en cada embate la erosiona durante millones de años hasta hacerla desaparecer, así ocurre con el progreso-científico tecnológico frente a la barrera de las costumbres.

El progreso avanza imparable, mientras que las costumbres se mantienen inamovibles, enraizadas en la sociedad, ajenas, e incluso contrarias, a muchos de los logros conseguidos en las últimas décadas.

Los avances tecnológicos han cambiado y seguirán cambiando nuestro mundo, pero por si solos no serán capaces de solucionar las amenazas y los problemas a los que nos enfrentamos.

Compreder a los demás, gestionar cambios y conflictos, motivar, respetar, reforzar, confiar y acompañar son las vías para el verdadero progreso social. El que permitirá construir un mundo más igualitario respetando las costumbres y tradiciones de los diferentes pueblos.

El progreso de una sociedad ya hemos comprobado en los últimos años que no se impone ni por la fuerza militar, ni por la fuerza de las leyes. Si realmente queremos erosionar la montaña de las costumbres es necesario un viento más fuerte, que sea capaz de modificar su forma en pocas generaciones, pero sin hacerla desaparecer. Y este es el viento del progreso social, que depende de todos y cada uno de nosotros, pues somos la única respuesta a la desigualdad que existe en este mundo y que es fuente interminable de conflictos.

No se trata de borrar las tradiciones y costumbres de los diversos pueblos para que adopten las del mundo Occidental. Esto sería un grave error generador de mayores tensiones. Sino más bien, aceptar la diversidad y luchar por erradicar aquellas costumbres que contribuyen a mantener un statu quo privilegiado de unos en detrimento de otros sectores de la sociedad. Aquellas costumbres que atentan contra la dignidad del ser humano y de los animales que habitan este planeta.

El progreso científico necesita de recursos económicos y humanos para poder desarrollarse, mientras que el progreso social se alimenta del valor de las personas. Hombres y mujeres valientes que se enfrentan a las tradiciones, a los prejuicios, a la ignorancia, a los tópicos, a la incultura, a las supersticiones, a sus propios miedos, a la desesperanza, a la injusticia o al abuso de poder, con la convicción del que sabe que jamás seremos verdaderamente libres, ni tendremos una vida digna, mientras exista un sólo ser humano que no tenga las mismas oportunidades que el resto. Y todo ello con el arma más poderosa y temida de toda la historia de la humanidad: el pensamiento.




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