domingo, 4 de diciembre de 2011

Honor y sacrificio


(EN)

El honor es un cortina que rodea a cada individuo. Una cortina tejida con los hilos de las normas sociales y morales definidas para cada comunidad.
En algunos casos el tejido es tupido y en otros muy claro. Y la cortina puede estar muy próxima o muy lejana, haciendo que la existencia del individuo se desarrolle en un ambiente opresivo, tiránico, intolerante y angustioso, o bien en un ambiente laxo, distendido y relajado.
Traspasar esa cortina es motivo de deshonor para el individuo. Deshonor que en ocasiones trasciende a los familiares y al resto de miembros de su comunidad.

Pensemos por un momento en la claridad del tejido y la cercanía de la cortina que nos envuelve. ¿No es acaso cierto y universalmente aceptado que la cortina que rodea a la mujer en cualquier sociedad es más tupida y está más cercana que la que rodea al hombre?

Traspasar esa cortina para una mujer es sinónimo de sacrificio.


© Siegfried Modola/IRIN 

Rasgar la cortina y enfrentarse al mundo no ha sido nunca, ni lo será, una batalla fácil para las mujeres. Liberarse de la opresión y la tiranía para conseguir iguales derechos y libertades que el hombre ha sido una lucha histórica no exenta de sacrificios.

Pero toda cortina esconde secretos, sobre todo cuando es el hombre desde el exterior el que rompe y traspasa la tupida tela que rodea a la mujer en algunas sociedades. Cuando la víctima se convierte en culpable, y el transgresor goza de impunidad, es cuando el sacrificio de la mujer alcanza su máxima expresión.

Mujeres violadas  que son repudiadas por sus maridos y obligadas a abandonar sus comunidades. Al trauma físico y psicológico de la violación se une la circunstancia de tener que vivir alejadas de su familia por el deshonor que supone haber sido violadas.  Mujeres abandonadas en una sociedad en la que una  mujer sola tiene pocas o ninguna oportunidad de subsistir, sin derechos, sin medios para ganarse la vida y, en ocasiones, al cuidado del hijo o hija fruto de la violación. 

Mujeres violadas que ocultan en silencio su pesar para evitar el rechazo.

Mujeres violadas obligadas a contraer matrimonio con el violador. Destino fatal que las obliga a convivir con el agresor sexual y a vivir con el estigma social de haber sido violadas.

Mujeres asesinadas para reparar el honor de una familia.

Sociedad de moral perversa que para resarcir el honor perdido requiere un sacrificio cuya víctima es siempre la mujer. Dos veces víctima: de la agresión y del sacrificio.

Un injusto sistema que culpabiliza a la víctima y protege al agresor. Que sólo se da por satisfecho con un sacrificio extremo: la muerte o la condena de por vida.

Seamos cada vez más los hombres transgresores que rasgan desde el interior las cortinas que envuelven a las mujeres para liberarlas de la opresión y de la tiranía de las costumbres.


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