viernes, 21 de enero de 2011

Vivir sin miedo

(EN)

Todos los que han sufrido la violencia probablemente albergarán, al menos, un deseo: volver a vivir sin miedo. La capacidad del ser humano para superar el efecto traumático de una violencia desmedida se conoce como resilencia.

Existe, no obstante, una forma de violencia que quien la sufre ni siquiera tiene la posibilidad de recordar un antes y un después que le permita afrontar la vida de una manera diferente. Una forma de violencia que priva de libertad, en la que la persona se convierte en un objeto que pasa de un dueño a otro sin capacidad de controlar su destino ni el de sus descendientes. Una forma de violencia que impide ejercer a quien la sufre sus más elementales derechos, entre ellos, el de la educación. Una violencia que impone muros con sólidos cimientos enraizados en la comunidad, quizá los muros más difíciles de derribar, más aún teniendo en cuenta que las costumbres sólo cambian con la educación, que en algunos países es un privilegio en lugar de un derecho.

Hasta ahora, podría parecer que hablo de esclavitud, y no, describo una violencia tan antigua como la propia esclavitud. Me refiero a la violencia por razón de género, y a toda forma de discriminación contra la mujer especialmente.

En la sociedad actual hay un denominador común, tanto en las más civilizadas como en las menos desarrolladas, y es que la mujer es la base del tejido familiar y productivo. Probablemente por ello, y a lo largo de muchos siglos, este sea el motivo por el que se las discrimina y se ejerce la violencia contra ellas tanto en tiempo de paz como en tiempo de conflicto, ya sea humanitario o bélico.
En tiempo de paz la discriminación y la violencia permiten mantener el statu-quo del hombre normalmente aceptado en la sociedad, aunque esto vaya cambiando poco a poco. ¿Cuántos siglos harán falta para erradicarlo?
En tiempo de conflicto, atacar a la mujer se convierte en un medio más de controlar a la población civil, pues con ello se consigue destruir la base del tejido familiar y productivo en que se sustenta una comunidad.

No podemos tolerar más la violencia ni la discriminación contra la mujer.

DÍ NO  ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres

Exijamos a los gobiernos más presupuesto para erradicar la violencia de género y luchar contra la discriminación de la mujer, mayor presencia de estas en las instituciones y órganos de gobierno, acceso a la educación en igualdad de condiciones, legislar modificando o derogando leyes que sean claramente discriminatorias contra la mujer, y así, un conjunto de medidas tal y como se recoge en la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de la que forman parte más de 185 países.

No se trata sólo de un documento, es la vida de millones de mujeres y niñas en el mundo.


Por desgracia, hasta tres cuartas partes de las mujeres y las niñas experimentan en todo el mundo la violencia física o sexual en su vida. Y el efecto sobre los millones de niñas y mujeres que sufren malos tratos es devastador - no sólo en ellos personalmente, sino también en su capacidad para participar plenamente en el desarrollo de sus países. A menos que la violencia contra la mujer se frene, cumplir con todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, será imposible.

(Autor: UNTV con el apoyo de UNIFEM; Fecha de Publicación: septiembre de 2010; disponible en: Inglés, francés, español y ruso)

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